domingo, 13 de octubre de 2013

Ecos de Clara

Salí caminando despacio, mirando al piso. Si hubiera sabido silbar lo hubiera hecho, pero no, no sé. Salí caminando, tratando de hilvanar todas las ideas en mi cabeza. ¿Como saber si todo era verdad? ¿Cómo descubrir las palabras encriptadas en el mensaje? No, no había forma, nunca lo hay…
Palabras mas palabras menos, todo estaba dicho.  Ahora debía elegir un camino y ese era el problema, no sabía cual…

Salí caminado despacio y mirando sin mirar, con todas esas palabras dando vueltas en mi laberinto. Una parte de mí, sabía que lo más sensato era juntar todo en una caja de cartón y partir, seguir mi camino. La otra, la testaruda, sentía que podía subirse a Rosinante y luchar contra los molinos de viento…
Las dos mitades de "mi todo" enfrentadas, luchando dentro mío por descifrar, por entender, por sentir, por elegir…

Salí caminando despacio y repitiendo entre diente los ecos de Clara. “Los amores platónicos solo te empujan al abismo… Cuidado. No saltes…. “


jueves, 13 de junio de 2013

El beso


Ana

Volvieron caminando después de la cena, era una noche de mayo, más cálida de lo acostumbrado y la luna brillaba en el cielo de un modo casi cinematográfico. Ana llevaba puesto un vestido de ceda, en tonos de celestes claro, que había comprado para un momento especial. Esa noche, sintió que era el momento de estrenarlo. Las seis cuadras que había desde el bar hasta el departamento de Ana, se sintieron como doce, o dieciocho… ella ya no las contaba, porque el tiempo se multiplicaba cuando se veían. Se volvía mas lento...
Volvieron caminando y hablando de cine, y una vez mas coincidían con los gustos. Aunque el no dijo nada, ella se ilusionaba con que la próxima cita fuera con pantalla grande y pochoclos. Al llegar a la puerta de entrada del edificio, Ana sentía que el corazón se le aceleraba, se le quería salir por los botones del vestido. Buscó las llaves en la cartera, como quien no quiere encantarlas, pero no tenía muchas opciones de perderlas en aquel sobre tan pequeño. Se miraron por una fracción de segundo, y antes que ella pudiera parpadear, el la abrazó y le robó un beso. El beso mas largo, dulce y tierno que Ana recibió en mucho tiempo. Un huracán de fuego en su boca que le estremecía cada centímetro del cuerpo. El tiempo y el mundo se detuvieron. No había nadie más que ellos dos y la luna, en la cálida noche de mayo...

Juan

El le propuso volver caminando para poder aprovechar cada minuto que estaban juntos, eso, y porque la noche de mayo  parecía a setiembre. La gigante luna llena, hacía brillar el delicado vestido celeste que ella llevaba puesto. Parecía casi, una actriz de cine bajo aquella luz refulgente  Juan caminaba a paso lento, como queriendo estirar más y más, las seis cuadras distantes entre el bar y su casa. Si hubiera podido, las hubiera triplicado, con tal de no llegar. Eso era lo que sentía cada vez que la veía. Los segundo junto a ella se dilataban...
En el camino de vuelta, volvieron hablando de cine, y por suerte, otra vez coincidían en los gustos. Juan se moría por invitarla, mañana mismo si fuera posible, a ver algún estreno, pero contuvo su ansiedad… ya encontraría el momento para hacerlo. Antes que pudiera darse cuenta, llegaron a la puerta de entrada. Ella buscaba un poco nerviosa las llaves en la pequeña cartera que usaba. El sonido del llavero le decía a Juan que la cita terminaba, pero él no quería. Se miraron fijamente por un segundo y fue suficiente para que él venciera el miedo y se animara. La abrazó fuertemente antes que ella pudiera reaccionar y la beso. Fue le beso mas tierno, dulce y profundo que Juan sintió en sus labios. Como un tsunami que nacía en su boca, y se extendía por cada rincón de su cuerpo. Juan, ya no sentía el suelo bajo sus pies. Nada mas importaba, solo ellos dos, y la luna, en la cálida noche de mayo...


Continuará…


miércoles, 9 de enero de 2013

Cumulus nimbus



Se sentó en el balcón, porque era el único lugar relativamente fresco, a tomar un trago. Enero arrasaba con todo y derretía la ciudad. La escasa brisa que corría, apenas movía el vestido largo de lino que dejaba entrever su figura. Notas de jazz sonaban de fondo enmarcando toda la escena, mientras la tarde se consumía lentamente, y ella trataba, sin lograrlo, de vaciar su mente de pensamientos.
Se sentó a contemplar el atardecer caluroso, mundano, irrelevante. El mundo giraba en una frecuencia distinta a la suya, y era ya muy evidente. O paraba un poco, o ella se bajaba. El trago en su vaso derretía poco a poco los cubos de hielo, y con ello mitigaba los 34º grados que marcaba el termómetro.
Llovería en un par de horas, las grandes nubes en el norte se lo anticipaban, pero ella ya sentía en su interior los relámpagos como un preludio perfecto. Trataba, en vano, de ordenar esa maraña de sensaciones en su interior, que habían crecido como un cumulus nimbus amenazando tormenta. Sabía, era preciso quitarse los recuerdos, guardarlos en el cajón correspondiente y seguir, seguir…
No había luces prendidas en el interior, solo una lamparita que daba una sensación de calidez en el fondo. En esa tenue penumbra de la tarde noche, ella buscaba una luz…
Los relámpagos iluminaban el cielo anunciando la tormenta inminente, mientras el viento levantaba las pocas hojas que había en la vereda. Las primeras gotas cayeron, casi como un regalo divino aliviador, purificador.
Ella, también llovió…