miércoles, 9 de enero de 2013

Cumulus nimbus



Se sentó en el balcón, porque era el único lugar relativamente fresco, a tomar un trago. Enero arrasaba con todo y derretía la ciudad. La escasa brisa que corría, apenas movía el vestido largo de lino que dejaba entrever su figura. Notas de jazz sonaban de fondo enmarcando toda la escena, mientras la tarde se consumía lentamente, y ella trataba, sin lograrlo, de vaciar su mente de pensamientos.
Se sentó a contemplar el atardecer caluroso, mundano, irrelevante. El mundo giraba en una frecuencia distinta a la suya, y era ya muy evidente. O paraba un poco, o ella se bajaba. El trago en su vaso derretía poco a poco los cubos de hielo, y con ello mitigaba los 34º grados que marcaba el termómetro.
Llovería en un par de horas, las grandes nubes en el norte se lo anticipaban, pero ella ya sentía en su interior los relámpagos como un preludio perfecto. Trataba, en vano, de ordenar esa maraña de sensaciones en su interior, que habían crecido como un cumulus nimbus amenazando tormenta. Sabía, era preciso quitarse los recuerdos, guardarlos en el cajón correspondiente y seguir, seguir…
No había luces prendidas en el interior, solo una lamparita que daba una sensación de calidez en el fondo. En esa tenue penumbra de la tarde noche, ella buscaba una luz…
Los relámpagos iluminaban el cielo anunciando la tormenta inminente, mientras el viento levantaba las pocas hojas que había en la vereda. Las primeras gotas cayeron, casi como un regalo divino aliviador, purificador.
Ella, también llovió…