Mayo se instaló sin pedir permiso en mi balcón y mi
garganta. Un lunes así, cuesta el doble, como si arrastrara una semana entera
hecha solo de lunes…
De regreso a casa, te caliente, papel en blanco y lápiz en
mano. La música de fondo hace lo propio y me traslada 3200 km al noreste. Y yo me
veo de nuevo ahí, con el Atlántico bañando mis pies, con el viento cantando en
mis oídos…
Y hoy, en pleno mayo, me quedo con ese pedacito de paraíso
tatuado en mi retina y en mi piel…
Porque la vida es eso, esos pequeños instantes llenos de
plenitud. La rutina gris de las carpetas
y los archivos, y el teléfono sonando cada 5 minutos, son solo un sueño del que
me quiero despertar...
Porque en casi la mitad del año, con la lluvia golpeando el
vidrio de mi ventana, aun puedo sentir el sol quemándome la cara, y el mar
bañando mis pies…