lunes, 20 de julio de 2015

Clara, a simple vista


Hay amigos que están presentes todos los días con un saludo, con un mensaje… Amigos que trascienden las fronteras del tiempo e incluso la distancia… Y hay amigas con los que no tenemos nada que ver y es eso justamente lo que nos hace inseparables… Como mi amistad con Clara…

Nos volvimos a ver después de meses de ausencia, viajes, mudanzas; después de corazones rotos y terapias reparadoras. Nos encontramos en la misma mesa de bar, que desde hace años y muchos cafés ha sido nuestra muda testigo. Ella llegó (como de costumbre) 15 minutos retrasada; ya no pregunto la excusa, no me importa, ella igual está ahí. Clara me habla de todo lo que pasó en estos cuatros meses: del ascenso, de la nueva oficina, de los viajes;  yo le hablo de mis cursos y mis alumnos, de mis nuevos horizontes. Después de una hora, recién logro ver en sus ojitos color miel ese brillo que tanto extraño, y como por arte de magia se abre ante mí una nueva imagen, una nueva Clara. Recién después de esos 60 minutos iniciales, entiendo que por primera vez en años no lleva ni cáscaras, ni velos, ni murallas… Clara, se revela a simple vista ante todos… Y me sigue hablando, con esos ademanes en las manos que parecen dibujar pájaros en el aire.
La metamorfosis por primera vez, (me) dío una nueva persona, con los ojos y la sonrisa de aquella inocente de quince años, pero toda la sagacidad de la mujer adulta…

- Estas más delgada, verdad? Le digo en la puerta del bar al despedirnos
- Sí, me quite un par de kilos de recuerdos… Mejor viajar más liviana…



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