lunes, 23 de noviembre de 2015

Noviembre sin Ana...


Ana tomo una gran bocanada de aire, y comenzó a armar el equipaje... una vez mas. Sabía el paso a paso de memoria y lo podría haber hecho con los ojos cerrados, pero esta vez no, prefirió ver las piezas, los fragmentos rotos de lo que pudo ser y no fue, de lo que quedó en el tintero...

Ana miró por última vez, la imagen sonriente y fresca en el retrato. Parecían tan felices... Parecían tan lejanos, en otro mundo... a primaveras de distancia. Y esa imagen le quedaría grabada a fuego, no solo en el alma sino en la piel...

Ana tomó un sorbo de aquel whisky añejo y malgastado, para amortiguar el golpe, para anestesiar la memoria. Como beber whisky no le gustaba, pensaba más en el ardor que cada sorbo dejaba quemando su garganta, que en el otro ardor, ese insoportable y agónico que no le permitía respirar...

Ana miró por última vez a través de la ventana, aquel paisaje gris y mudo. Miró para recordar el punto ciego al que no volvería... nunca más... "Tan importante como saber a donde llegar, es saber a donde no regresar..." le dijeron una vez. Desde entonces aprendió, no sin dolor, a no volver sobre sus pasos...

Ana se fue un lunes en el primer vuelo que encontró. Pago el boleto en efectivo y no volvió a usar las tarjetas de crédito. Perdimos todo contacto. Solo quedaron sus imágenes guardadas en las cámaras de seguridad del aeropuerto, y la nota que le dejo al portero del edificio: "No me busques. Estoy bien. Donde el fuego de tu desamor ya no me alcanza..."

Ana se fue el último lunes de noviembre, sin despedidas ni pañuelos usados. En la ultima imagen antes de entrar a la zona de embarque, se la ve relajada, ligera, como con 100 kilos menos. Y aunque usaba sus anteojos de sol, seguramente tenía los ojitos llenos de luz...

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