sábado, 12 de julio de 2008

La última gota...



“...Tengo los ojos chiquitos y no quiero abrirlos. Me siento atontada, agobiada por todo. Afuera hay sol, pero yo no lo siento. Tengo el cansancio acumulado en la espalda.
Te esperé... tanto te esperé.... que olvidé mi propio nombre. Los días se me alargaron con la sombra de tu silencio, y ya no supe hacia donde correr. Siento que la gente pasa a mi lado y habla, pero yo no escucho, aquello es solo un murmullo seco y desordenado. La boca me sabe amarga, como el sabor de tu ausencia, y las palabras salen encriptadas. Tengo tanto sueño, que desearía dormir hasta tu regreso, aunque eso fuera en mil años. Las piernas me pesan, me queman, me arden... y al final no las siento, no me responden.


Ya no aguanto más... Ni siquiera respirar... Jamás imaginé que el dolor del amor te pudiera asfixiar... Espero algún día puedas entenderme.... Te Amo...”



Firmó la carta, la puso en un sobre, y la dejó sobre la mesita de noche, junto a la que decía “Sr. Juez”.
Ya había perdido la cuenta de cuantas pastillas había tomado, pero sabia que había emprendido la partida. Poco a poco iba sintiendo su cuerpo amortiguarse. Con el último resto de conciencia, bebió el vaso con el sedante, hasta la última gota...



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